domingo, 7 de mayo de 2017

El árbol y el ertzaina





El ertzaina amaba al árbol.

El árbol le hablaba de honor y de fortaleza, el honor de la verdad del que nada oculta y de una fortaleza que nace de unas grandes y profundas raíces, del estar ahí donde se quiere estar, siempre a la vista, siempre recto.

Otros podrán esconderse en la foresta, siempre protegidos, siempre lejos, pero no el árbol. Él siempre está en su sitio, sin máscaras ni arreglos, si se le caen las hojas estará desnudo y si un rayo le rompe una rama estará herido, pero entero.

Jamás se avergonzó de ser árbol y nunca le importaron los jardineros, de hecho siempre los detestó y a sus podas y arreglos.

Cuando el árbol caiga, ya nadie hablará de fuerzas y honores, por qué ya solo quedarán setos, setos pequeños y sin raíces, setos recortados, que ya no darán ni fruto ni sombra, ni protección, ni respeto, tan solo serán, adorno del jardinero.

Primero caerá el ertzaina y después el árbol, caerán muertos al suelo, caerán rectos, como vivieron, testigos ambos de tiempos, en los que los hombres eran más nobles, dignos y fieros.


El ertzaina amaba al árbol.