Pequeña e insignificantes nos parecen las nubes cuando las vemos en la lejanía. Sin embargo, cuando tenemos la oportunidad de verlas en su verdadera magnitud, nos sentimos sobrecogidos.
Sucede lo mismo con las cosas, los hecho y las personas. Cuando las vemos desde la lejania de nuestros perjuicios, también nos parecen sencillas e insignificantes, pero al tener la oportunidad de observarlas en su verdadera magnitud, terminan por sobrecogernos.
Poco importa que se trate de una piedra, el llanto de un niño o un desconocido que se cruce en tu camino, si abandonas tus creencias, opiniones o costumbres, podrás observarlas en su verdadera magnitud, podrás sobrecogerte con su grandeza.
Tuya es la decisión.
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Nuestra visión es tan raquítica que la racionalidad se adueñó de ella.
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