lunes, 1 de julio de 2013

Cada árbol se conoce por su fruto.




No hay árbol bueno que de fruto malo y tampoco hay árbol malo que de fruto bueno.

Cada árbol se conoce por su fruto.

Mucho cuidado con los falsos profetas, los falsos sanadores y los falsos guías espirituales.

Si detrás de ellos van dejando un rastro de sufrimiento, de familias separadas y de personas desengañadas, son árboles malos.

Si atraen a la desesperación, a la enfermedad, a la codicia, a la mentira y al fanatismo, son árboles malos.

A la sombra de un árbol bueno hay salud, felicidad, verdad, unión de las familias y paz, sobre todo paz.
Hay que dejarse de memeces, ya que existen árboles buenos y árboles malos, solo las personas que tienen el secreto propósito de hacer el mal, afirman que el bien y el mal no existen, para que de esa forma se puedan justificar todas sus maldades.

Este tipo de personas transforman hermosas enseñanzas en falacias, como cuando afirman que no hay que juzgar, ya que extienden el no juzgar, al no definir. Si uno es un ladrón y se lo dices a la cara, no le estas juzgando, le estás informando de que te has dado cuenta, que se queda con lo que no es suyo y eso es un hecho, no una opinión. Si emites una opinión sobre el hecho de que se queda con lo que no es suyo, estarás formulando un juicio, que tampoco está mal, pero toda opinión es limitada, con lo cual todo juicio también lo es.

La falta de virtud, siempre viene de la mano de la hipocresía. Los pérfidos siempre tratan de no aparecer como lo que son, para lo cual se revisten con una capa de dignidad, consumando así su engaño.

Sus dulces palabras, se muestran como hermosos frutos a la vista, pero el fruto que ofrecen está envenenado. Sucede igual con el fruto que aparece en la foto, es muy hermoso a la vista, pero sinceramente os desaconsejo comerlo. La gran diferencia es que el fruto de la foto, no engaña ni roba a nadie.

Un abrazo.

R

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