domingo, 26 de octubre de 2014

Las cuentas no salen, ¿o si?






¿Cómo es posible que con tanto maestro iluminado, sacerdote consagrado, médico doctorado y político proclamado, este mundo sea para tanta gente, un lugar oscuro de desesperación, donde solo pueden ver un inquietante horizonte?

Los maestros dicen limpiar las mentes, 
los sacerdotes las almas, los médicos los cuerpos y los políticos nuestras relaciones con los demás.

Sin embargo cuando miro, veo a muchos maestros que condicionan y mutilan las mentes de sus alumnos, a muchos sacerdotes que atormentan las almas de sus feligreses, a muchos médicos que mantienen enfermos los cuerpos de sus pacientes y a la casi totalidad de los políticos que mantienen explotadas a las personas que los votaron.

Dicen que nuestras mentes están condicionadas para que piensen con pensamientos de otros, que nuestras almas están atormentadas para que busquen el alivio por otros inventado, que nuestros cuerpos están enfermos para que seamos débiles, para así ser dependientes de los fármacos que nos mantienen calculadamente sanos y cuerdos y que las personas están explotadas como consecuencia de todo lo anterior, como consecuencia de tener las mentes, los corazones y los cuerpos cautivos en jaulas por otros construidas.

A estas conclusiones todos podemos llegar a poco que nos miremos a nosotros mismos y a lo que nos rodea, sin embargo, no hacemos nada para impedirlo, nos dejamos llevar, o fluir, como los nuevos sacerdotes de lo espiritual se empeñan en troquelar en nuestras mentes, parece como si nos dejásemos morir mansamente... ¿por qué?

Durante el otoño la naturaleza se inmola a si misma, lo que es más perdurable se duerme durante todo el invierno, dejando a lo que es más efímero a su surte, que no es otra que su lenta pero inevitable muerte. Cuando llegue otra primavera lo que es más inmutable volverá a despertar y una nueva y más fresca vida surgirá.

Las hojas, las flores y los frutos no hacen nada para impedirlo y parece como si se dejasen morir mansamente, sabedores, que su trabajo ya está hecho y que tienen que dejar su sitio a una nueva vida.

¿Tal vez lo que realmente suceda es que nuestro trabajo como civilización, como cultura dominante simplemente se haya acabado y que a diferencia de las plantas, todavía no lo sepamos?

Tal vez, no sepamos que nuestra existencia como cultura era efímera y que ya es hora de desaparecer, de que fuerzas mucho más perdurables que la nuestra comiencen a aletargarse, dejándonos abandonados a nuestra propia suerte, que no es otra que nuestra lenta pero inevitable muerte, desaparecer para surja una nueva civilización, una nueva civilización que nunca veremos.

Cuando en una civilización, el objetivo es la propia satisfacción, se olvida a los menos favorecidos, cuando la codicia y la ambición desmedida, sustituyen a la solidaridad y al amor filial, cuando se pierde el respeto a los mayores o al ser humano, cuando la familia deja de serlo, cuando tales cosas pasan, esa civilización se degrada y desaparece. 

Cuando pasan tales cosas, no es el signo de que se han perdido determinados valores morales, sino que son un fuerte y sonoro aviso de que el fin, ese fin inevitable se encuentra ya a nuestras puertas y que ya nada podemos hacer.

Cuando una fruta cae del árbol, tan solo puede podrirse, pero .... tal vez no seamos fruta, sino fuerte tronco de árbol que le han hecho creer que no lo es.

Puede que no seamos efímeras manifestaciones de la vida y que nuestro recorrido sea mucho más largo del que se nos muestra.

Estamos ante una encrucijada en la que tenemos que decidir entre no hacer nada y desaparecer o dejar de fluir, ya no dejarnos llevar y tomar las riendas de nuestras vidas, cambiar y ver lo que pasa. Puede que a pesar de cambiar desaparezcamos de todas formas, pero.... puede que no, merece la pena el intentarlo.



Roberto Lejarza