Se aprende de aquello que nos turba, de aquello que provoca en nosotros un rechazo o desagrado.
No se aprende de lo que alimenta nuestro bienestar y satisfacción, de lo que nos tranquiliza y adormece.
Si meditas lo que no comprendes, aquello en lo que no estás de acuerdo, que consideras equivocado, desagradable o no conveniente, si logras entender su propia naturaleza, habrás aprendido.
Si lo juzgas, si lo rechazas comparándolo con tu propia visión, si determinas que es mejor o peor que lo que tu estimas, si no lo comprendes, jamás avanzarás, jamás aprenderás.
Si aprendes de las pequeñas contrariedades, jamás tendrás que aprender de las grandes.