miércoles, 31 de mayo de 2017
lunes, 29 de mayo de 2017
Soledad 2
“Si tu bienestar no depende de estar sola o acompañada”
Una conversación con mi alma
Una conversación con mi alma
Tu bienestar, querida alma mía, no depende de los demás, depende de ti, depende de estar sola, verdaderamente sola.
¿Porqué buscas la compañía de los demás para sentirte bien?
¿Porqué te sientes mal? No te das cuenta que tu malestar no desaparece por estar con otras personas, lo único que buscas en los demás es distraerte, olvidarte de tu malestar, ¿verdad?
Buscas la compañía de los demás para escapar de tu dolor y dependes cada vez más de los escapes y las distracciones que estás utilizando para escapar se han convertido en tu prisión.
Desde esa prisión no puedes hacer lo único que puede liberarte de tu dolor, desde esa prisión no puedes descubrir la causa de tu dolor, tu mente se ha vuelto perezosa.
Te voy a regalar un ejemplo, alma mía. Imagínate que se muere alguien muy querido por ti, sientes dolor y buscas escapar de él mediante todo tipo de distracciones. Si alguien te pregunta lo que te sucede, tu perezosa mente responde que estás mal por la pérdida de un ser querido y ahí termina todo.
No quieres comprender tu dolor, tan solo quieres escapar de él y para eso “utilizas” a los demás, explotas a los demás para tu propio beneficio. No te importa la causa del dolor, solo quieres volver a sentirte a gusto.
Si meditarías sobre tu dolor, verías que su verdadera causa, es que consideras la muerte de tu ser querido, como una pérdida tuya, cuando es en realidad algo del todo natural y que sobre todo, nada tiene que ver contigo.
Cuando veas esto con claridad, comprenderás que tu dolor es algo enteramente tuyo, algo por ti creado y al “perder” la satisfacción que obtenías de la persona difunta, tratas de obtenerla de los demás.
Esto es tan solo un ejemplo, alma mía, a poco que observes lo que realmente hay en esa búsqueda tuya de satisfacción a través de los demás, comprenderás que el utilizar a los demás para la propia satisfacción, no es en absoluto una relación saludable.
Esto es tan solo un ejemplo, alma mía, a poco que observes lo que realmente hay en esa búsqueda tuya de satisfacción a través de los demás, comprenderás que el utilizar a los demás para la propia satisfacción, no es en absoluto una relación saludable.
Cuando veas esto con claridad, querida alma mía, sabrás que tu bienestar no depende de estar sola o acompañada, depende tal solo de ti y en esto, estarás sola, verdaderamente sola.
jueves, 25 de mayo de 2017
Soledad
El camino hacia la iluminación
Una conversación con mi alma
Si tu bienestar no depende de estar sola o acompañada, cuando el resto de la gente piensa de una forma y tu de otra, cuando a los demás les gusta unas cosas y a ti algo en todo distinto, si cuando hablas la gente no te comprende, entonces podrás decir alma mía, que estás sola.
Si tu mente se ha retirado a unos lejanos parajes, donde los sentimientos y el pensamiento están subordinados a la razón y la razón a una comprensión nacida de la conciencia, de ese darse cuenta de la esencia de tu propia existencia, si te encuentras en esos parajes, entonces podrás decir alma mía, que estás sola.
Si tu propósito no se fundamenta en el propio beneficio, en el propio tener o ser, si tu individualidad se ha evaporado, si el tú y el vosotros ya no existe y tan solo estás inmersa en un continuo nosotros sin límites que acoten o separen, entonces podrás decir alma mía, que estás sola.
Si has recorrido el camino que une estos tres párrafos y has caminado todo el sendero que cada uno de ellos muestra, entonces alma mía…. estarás verdaderamente sola.
lunes, 8 de mayo de 2017
domingo, 7 de mayo de 2017
El árbol y el ertzaina
El ertzaina amaba al árbol.
El árbol le hablaba de honor y de fortaleza, el honor de la verdad del que nada oculta y de una fortaleza que nace de unas grandes y profundas raíces, del estar ahí donde se quiere estar, siempre a la vista, siempre recto.
Otros podrán esconderse en la foresta, siempre protegidos, siempre lejos, pero no el árbol. Él siempre está en su sitio, sin máscaras ni arreglos, si se le caen las hojas estará desnudo y si un rayo le rompe una rama estará herido, pero entero.
Jamás se avergonzó de ser árbol y nunca le importaron los jardineros, de hecho siempre los detestó y a sus podas y arreglos.
Cuando el árbol caiga, ya nadie hablará de fuerzas y honores, por qué ya solo quedarán setos, setos pequeños y sin raíces, setos recortados, que ya no darán ni fruto ni sombra, ni protección, ni respeto, tan solo serán, adorno del jardinero.
Primero caerá el ertzaina y después el árbol, caerán muertos al suelo, caerán rectos, como vivieron, testigos ambos de tiempos, en los que los hombres eran más nobles, dignos y fieros.
El ertzaina amaba al árbol.
martes, 2 de mayo de 2017
Charlas y más charlas sobre la guerra.
Cuando la casa está ardiendo, cuando ya esta consumida, nada podemos hacer por apagarla, tan solo podemos comprender las causas del incendio y salir de él. Podremos edificar otra casa y como ya hemos comprendido las causas del incendio, construiremos con materiales nuevos, materiales que no se puedan quemar.
Podemos ver las guerras de este mundo pero al igual que con la casa que está ardiendo, ya nada podemos hacer para pararlas, los puntos en litigio son demasiados, excesivamente graves, y la suerte ya está echada.
Siempre me ha asombrado la postura de conceder la responsabilidad de la guerra a los demás. Todo aquel que habla de la guerra, tan solo hace eso, hablar, mientras tanto la gente sigue muriendo.
¿Porqué al fin y al cabo que es la guerra, no es acaso la expresión externa de nuestro estado interno, una amplificación de nuestra actividad diaria? Es más espectacular, más sangrienta, más destructiva, pero es el resultado colectivo de nuestras actividades individuales.
Decís que hay que parar la guerra, pero no dejáis de renunciar a vuestras nacionalidades, a lo que separa y divide y lo que enfrenta a las personas, como la codicia de buscar poder, dinero o reconocimiento personal
Lo que causa la guerra, es el deseo de poder, de posición, de prestigio y de dinero, como también eso que llamamos nacionalismo ‑el culto de una bandera- y las religiones organizadas, poseedoras todas ellas de la verdad más absoluta, de ese culto de un dogma, de una ideolagía. Si en vez de creencias y codicia tuviéramos buena voluntad, amor y consideración entre nosotros, no habría guerras.
Llenamos nuestras relaciones de enfrentamiento, tensión y violencia, una violencia socialmente contenida, pero siempre latente, ¿acaso no es la guerra la ocasión de soltar todo el mal que guardamos dentro de cada uno de nosotros? La guerra desaparecería si cada uno de nosotros se sintiera responsable de sus propios pensamientos, deseos y actos.
Cuanto más alta es nuestra posición, más deseamos seguridad, permanencia, tranquilidad, menos injerencia admitimos, y más deseamos mantener las cosas fijas, como están y gracias a que las cosas están como están hay guerra. Por simple evasión vamos a escuchar una charla sobre la guerra y a escuchar en ellas algunas personas que las han sufrido, nos diremos a nosotros mismos lo mala que es la gente y lo buenos que somos nosotros. Después a tomar cuatro vinos y a casa, a seguir haciendo lo mismo que siempre. Vano modo de eludir nuestra responsabilidad.
¿Creéis que semejantes personas pueden traer la paz al mundo? Para que haya paz, debemos ser pacíficos; vivir en paz significa no crear diferencias, antagonismo ni enfrentamientos. La paz no es un ideal, no es algo que se pueda conseguir, es algo previo a la convivencia, es el material con el que hay que construir las nuevas casas de las relaciones sociales.
Para que haya paz tendremos que amar, tendremos que empezar, no a vivir una vida ideal, sino a ver las cosas como son y trabajar sobre ellas, para transformarlas. Nada de luchas en contra de los que propician las guerras, sino un serio trabajo de compromiso y transformación personal.
Para poner fin al dolor, al hambre, a la guerra, es preciso que haya una revolución psicológica personal, y pocos están dispuestos a tal cosa. Discutiremos sobre la paz, donaremos incluso generosas cantidades para los damnificados, proyectaremos leyes, crearemos nuevas ligas y demás, pero no lograremos la paz porque no queremos renunciar a nuestra posición, a nuestra autoridad, a nuestros dineros, a nuestras propiedades, a todo lo que divide, enfrenta y desiguala. Confiar en los demás es absolutamente vano; los demás no nos traerán la paz. Ningún dirigente, ni gobierno, ni ejército, ni patria, va a darnos la paz. Lo que traerá la paz es la transformación interna que conduce a la acción externa.
Todas estas charlas de concienciación sobre guerras, nunca consiguen su fin, ya que, de lo que realmente tenemos que concienciarnos, es de nuestra propia violencia, posición y codicia y de eso, no estamos dispuestos a concienciarnos. No nos interesa el verdadero motivo por el que se ha quemado la casa, ni pretendemos construir con nuevos materiales y el fuego, el fuego nos da igual.
¡Que pena!
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