Lo que ha cambiado la vida.
Antes con unas pocas monedas de esas que llevabas en los bolsillos, podías llamar por teléfono desde cualquier cabina a la novia, dar un recado a un amigo o hablar con tu hermana que estaba en Alemania.
Hoy no, hoy todo ha cambiado, hoy no necesitamos ni cabinas ni monedas, hoy podemos llamar desde cualquier sitio, es facilísimo, tan solo hay que tener un teléfono móvil.
Para tener un teléfono móvil “necesitamos” una cuenta de correo electrónico asociada y una cuenta en el banco donde nos puedan cobrar las llamadas.
Para tener una cuenta bancaria necesitamos acreditar quien somos mediante una documentación expedida por el gobierno. Gracias a esa documentación el banco sabe quien eres, donde vives, si trabajas o donde trabajas, de donde sacas el dinero que tienes y donde lo gastas, cosas esas muy importantes para poder hablar con la suegra y decirle que el domingo no vais a comer.
La compañía telefónica nos informa (como si necesitásemos que alguien nos lo recuerde) donde, cuando y a quien hemos llamado y de paso también lo sabe el Gobierno del país. Esto de informarnos con largos extractos, puede ser producto de que realizamos cientos de llamamos telefónicas para hablar de estupideces intrascendentes y claro, a fin de mes no nos acordemos.
Y digo yo, ¿no podíamos tener unas cuantas cabinas telefónicas para poder llamar empleando unas pocas monedas y así no hipotecar nuestra libertad personal?
Tampoco es tan importante lo que hablamos por teléfono, de hecho para decir lo que deimos, casi es mejor que no llamaríamos. Conversaciones del tipo: ”María estoy en el portal, ahora subo” no son comparables, pienso yo, con aquellas épicas llamadas de auxilio a la novia en las que le decías:
“María estoy con todo el poder, te espero el sábado”
Y es que hay que ver lo que ha cambiado la vida.